jueves, 5 de diciembre de 2013
martes, 3 de diciembre de 2013
sábado, 30 de noviembre de 2013
Al descubierto
Ya se puede comprar en algunas librerías de mi ciudad natal, Lucena. ¿Qué mejor sitio para que salgan a la calle y den la cara? ¿Eh?
domingo, 24 de noviembre de 2013
Capítulo 32
Desconocida. Anónima.
Totalmente. Eso es lo que quería ser. Quizás
por unos días sólo, pero desconocida. Que no la conociera nadie,
absolutamente nadie, ni le preguntaran por su salud, ni nada de nada. Una
completa extranjera. En su bloque y su barrio se conocían casi todos y eso no
le gustaba demasiado de nunca pero no había más remedio. Carmen soñaba con
vivir en una ciudad como Nueva York mientras veía fotos de ella en Internet.
También se podía pasear vía satélite por la gran manzana y hasta imaginarse que
iba caminando sola. Esos momentos constituían el pistoletazo de salida para sus
elucubraciones. Podía pensar en la gente que se podría encontrar cara a cara en
la calle y si la miraban o no. ¿De qué raza serían? ¿Cómo vivirían? ¿serían
ricos o pobres? ¿cultos o incultos? ¿Se
conocerían también en sus bloques y se saludarían o no? Todo estaba abierto a
lo posible y a su única imaginación. Como cualquiera de los libros que estaban
en casa. Le surgían muchas preguntas sin respuesta pero le parecía que así era mejor porque tenía ante sí un abanico
lleno de posibilidades abiertas en lugar de a lo irremediable y tangible.
¿Parecería una ciudad mundo, englobando dentro de sus entrañas cientos o quizás
miles de pequeñas ciudades como decía Lorca? ¿Estarían solos, muy solos? ¿Sería
una ciudad sufrimiento? Todo era posible. Como casi todas las grandes urbes,
concluía en ocasiones. Seguramente si o
podía ser que a medias, creía Carmen. En la pantalla de su portátil se podía
ver casi al detalle cada barrio, cada avenida. Sólo le quedaba adentrarse en el
interior de las casas, como el que abre una caja oscura y mira en su interior a
ver si hay algo dentro.
miércoles, 20 de noviembre de 2013
Unas frases
¿Pueden unas frases ser el detonante de una historia? ¿Y por qué no? ¿Hay alguien que lo impida? Y si existe esa persona que venga a hablar conmigo que yo le voy a explicar y a contar ésta: la de los asesinos con la sangre muy muy negra.
miércoles, 6 de noviembre de 2013
viernes, 25 de octubre de 2013
domingo, 11 de agosto de 2013
sábado, 10 de agosto de 2013
© Capítulo 2
Antes de que
llegara a su casa, se llevaba cuando menos una
hora en vestirse y pintarse. Se plantaba delante del armario y se
quedaba pensativa eligiendo el conjunto más apropiado. Luego se iba al baño y
se ponía delante del espejo a depilarse y maquillarse cuidadosamente. Muchas veces hablaba sola mientras se miraba
e imaginaba que había allí alguna amiga a su lado. Quería no parecer tan vieja
delante de él e incluso se iba a tiendas
de ropa de estilo más juvenil. Al principio él iba a visitarla dos o tres veces
en semana pero después llegó a ir hasta cuatro. Todo dependía de la
disponibilidad de él y por supuesto de la cartera de ella. Con el tiempo las
salidas empezaron a hacerlas también de noche. En homenaje a su difunto esposo,
Carmen Sastre le pidió un día quedar los domingos por la tarde. Mucho antes de que muriera el marido,
ya solían hacerlo los dos. Cada día que venía a visitarla, ella tenía una
ilusión especial. Aquél ligero nerviosismo que sintió la primera mañana que
empezó a pintarle la casa, no se había extinguido. Ni mucho menos. Iba cada vez
a más. Cuando estaba sola sentada en el sofá de la salita y se acordaba de que
al día siguiente ya estaría allí, a su
lado, intentando velar por ella y sacándola a pasear, empezaba en su estómago
un ligero hormigueo que aumentaba según el momento se iba acercando. Echaba de
menos de hacía ya mucho tiempo, años, un hombre a su lado. Aunque fuera
sólo para charlar o simplemente poder mirarlo. Ya no
pedía mucho más. Tan solo la compañía. Alguien que la sacara de la monotonía
que tanto le pesaba a veces, especialmente en invierno ¡Y aquél se parecía a
Paul Newman pero con rasgos latinos, nada más y nada menos! Y lo mejor de todo
es que él ni se había dado cuenta de lo guapo que era a pesar de que estaba a
punto de cumplir los cincuenta. Eso era lo mejor que tenía: que nunca se había
percatado. Hacía más de diez años que su marido murió y desde entonces había
vivido sola. Estaba ya acostumbrada a ello, así, sin más compañía que sus
libros. Muchas veces se planteó lo de conocer a alguien pero luego recapacitaba
y se daba cuenta que aunque muchas veces le apeteciera esa compañía, ¿ya a su edad a quién iba a encontrar? ¿A un
vejestorio como ella y que además le tocara luego cuidarlo? Pues iba a ser que
no. Para eso se quedaba como estaba porque ya mismo tendrían que cuidarla a
ella. A veces la idea de acostarse con
alguien que no fuera su esposo le producía hasta repulsión pero tampoco buscaba
eso a su edad. Se conformaba con la compañía y ¿nada más, Carmen? Se preguntaba
ella misma a veces. Entonces Ángel C. era su hombre ideal. El que nunca tuvo.
martes, 6 de agosto de 2013
EL AUTOR HA CONFESADO:
"Es una obra llena de intimidad y originalidad. Aquí los asesinos son como tiene que ser en todos lados: muy imprevisibles."
domingo, 4 de agosto de 2013
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